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"La curiosidad es ambidiestra"

Los seres humanos somos curiosos por voluntad propia. Elegimos cuándo lo queremos ser y cuándo no...

Cualquier forma de vida es curiosa, pero no por voluntad propia. La curiosidad les nace de las necesidades más básicas como el frío, el hambre, el sexo…, todo se transforma en curiosidad, en un simple mecanismo de supervivencia. Lejos de su voluntad y muy cerca de sus instintos se encuentra lo que las hace curiosas, lo que las obliga a explorar y a asegurar que cubren sus necesidades más básicas.  

Sin embargo, los seres humanos somos curiosos por voluntad propia. Elegimos cuando lo queremos ser y cuándo no. Distinguimos entre lo interesante y lo irrelevante. Y, lo más importante, distinguimos entre la izquierda y la derecha, entre explotar el presente y explorar el futuro. Por esta razón, la curiosidad es ambidiestra y tiene dos caras. El presente lo explotamos con bastante facilidad, no nos supone un gran esfuerzo intelectual y nos permite asumir pocos riesgos. El futuro es otro cantar. Nos exige coraje, visión, planificar la exploración y, sobre todo, requiere intención.

"... los seres humanos somos curiosos por voluntad propia. Elegimos cuándo lo queremos ser y cuándo no. Distinguimos entre lo interesante y lo irrelevante. Y, lo más importante, distinguimos entre la izquierda y la derecha, entre explotar el presente y explorar el futuro."

Así pues, existe intención en la curiosidad del ser humano, por eso hay personas más curiosas que otras. Algunas prefieren mirar muy lejos y otras prefieren no levantar la mirada del suelo. Algunas prefieren explorar y otras explotar. No hay nada malo en explorar o explotar, si lo haces en el momento y lugar adecuado. Como cualquier ser vivo, y aunque en nuestra curiosidad hay intención, tarde o temprano la vida nos obliga a ser curiosos. Se trata de una ley básica y esencial de la evolución. Deberemos avanzar y tomar riesgos.

Nuestras empresas son esas formas de vida a las que nos referíamos al inicio. No son curiosas por la voluntad propia, la suma de voluntades de sus integrantes determina la intensidad y la intencionalidad de su curiosidad. Si las personas que forman las organizaciones son curiosas, esas empresas serán dinámicas, tomarán decisiones y explorarán más que explotarán. Si por el contrario, esas personas prefieren mirar al suelo y explotar, esas organizaciones serán estáticas, poco evolucionadas y sin capacidad evolutiva. En definitiva, serán una forma de vida caduca y que no es capaz de aprovechar los recursos que el mercado le ofrece.

"Si las personas que forman las organizaciones son curiosas, esas empresas serán dinámicas, tomarán decisiones y explorarán más que explotarán. "

De la misma forma, hay sociedades que son más o menos curiosas. Aquellas sociedades que dejan de hacerse preguntas, de mirar más allá, de querer progresar y se sienten el centro del mundo, desaparecen. Pierden el significado y el propósito de su existencia, ya que no son un referente para nadie ni soportan ningún marco de convivencia. Las personas fracasan, las empresas quiebran y las sociedades desaparecen, sobre todo, por que dejan de ser curiosas o, como mínimo, no se hacen las preguntas correctas.

Y ahora nos preguntamos, ¿no le está pasando esto a Europa? Parece que hace 50 años se encontraron todas las preguntas que merecían una respuesta. Parece que la curiosidad no es necesaria y está sobre valorada. Nos es suficiente con explotar el patrimonio acumulado alrededor del mundo durante siglos y da la sensación de que residimos en un atril de moralidad desde el cual podemos dar lecciones al resto de sociedades que componen el mundo.

Y nos seguimos preguntando, ¿no están nuestras empresas contaminadas de esa actitud no curiosa y condescendiente? Nos cuesta explorar, ser curiosos, en definitiva, aprender. La explotación que tanto nos ha servido durante los tiempos estables de reconstrucción después de las guerras, ya no sirve en un mundo como en el de hoy. Los europeos creemos que el mundo es estático y que siempre será así. Esa actitud nos atenaza y nos impide ser curiosos, indagar y reflexionar sobre que nuevas preguntas valen la pena ser respondidas.

Y llegamos a la pregunta final, ¿has dejado de ser curioso o curiosa? Quizá piensas que no vale la pena hacer cosas diferentes, que desde tu posición no puedes influir y aportar soluciones a los retos de tu empresa, de tu sociedad o de tu día a día. Pero, la realidad es que sí puedes. Solo necesitas ser curioso o curiosa y hacerte responsable de tus decisiones. No son tiempos de ser ambidiestro, son tiempos de explorar, de buscar los límites y de ser responsables de nuestras decisiones.

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