Todos tenemos uno o varios talentos. No existe la menor duda sobre esto, pero algunos han sabido contribuir con él a un bien común y hacer mejores a los que les rodean, otros no han sabido sacarle partido y finalmente, otros los han utilizado de manera individualista y con poco rendimiento personal y colectivo. Está claro que talento e inteligencia no van de la mano y se necesitan dosis de moralidad, integridad, esfuerzo y sobre todo, propósito.
Nos explicaba Álex Castellarnau, durante la charla que mantuvimos con él, que en la mayoría de las empresas americanas en las que ha trabajado nunca le han asignado un puesto y unas tareas concretas. Al contrario, se le ha animado para que encontrara retos y problemas a solucionar. En otras palabras, se le pidió que pusiera al servicio del proyecto común de esa empresa y de su propósito fundacional su talento natural, lo que mejor sabía hacer. Sencillamente, fascinante e inspirador.
En Europa estamos más acostumbrados a trabajar en puestos predefinidos dentro de una jerarquía al servicio de una estrategia. Por esta razón, creemos que es tan complicado que el concepto de propósito germine en nuestra cultura corporativa. El propósito, definido como aquello que la sociedad y el planeta se perderían si nuestra empresa desapareciera, necesita del alineamiento con el propósito de los empleados, que no es lo mismo que un encaje. Alinear mi propósito con el de mi empresa, significa que compartimos fines y objetivos comunes y me permite sumar desde mi talento, conocimiento y esfuerzo para hacer mejor al resto de la organización y conseguir los objetivos estratégicos. Encajar suena a precisión, a camisa de fuerza y a monotonía que no potencia el talento y la diversidad individual.
Cuando participas de un proyecto empresarial donde te animan a explotar todo tu potencial y talento sin un cargo definido (pero sí con responsabilidades y objetivos) de alguna manera te estás obligando a que tomes conciencia del propósito de esa organización. Si alguien te organizara el tiempo y las tareas, quizá no necesitarías nada más, solo obedecer. Si tienes libertad para actuar, dotar de sentido al tiempo que dedicas, necesitas de un propósito. Y es aquí donde la alineación entre propósito empresarial e individual cobra sentido e importancia. Si esto no se produce, es muy probable que tu talento no pueda convertirse en valor para el negocio.
Darte libertad y confianza para contribuir a la resolución de los objetivos estratégicos implica que seas madura, honesta contigo misma y con tus equipos y sobre todo, responsable con tu impacto y el valor aportado a la organización. Cuando algo de esto falla, por mucho talento que tengas y se te reconozca, no tendrás valor para ese colectivo en el que crees estar integrada. Todos tenemos en mente a personas con un gran talento aparente, cuyo impacto en las organizaciones o en los negocios ha pasado desapercibido. Y, de igual manera, todos tenemos en mente grandes empresas que no han sabido aprovechar el talento de sus empleados. Ha fallado lo principal, los propósitos no están alineados. Sencillamente, empresa y empleado trabajan por motivos distintos y con objetivos no compatibles.

"Darte libertad y confianza para contribuir a la resolución de los objetivos estratégicos implica que seas... responsable con tu impacto y el valor aportado a la organización. "
"Encuentra el por qué trabajas y luego busca a quien trabaje por el mismo por qué que tú. Es muy probable que compartáis el mismo propósito y os reconozcáis mutuamente el talento y el valor que os podéis aportar. El talento se colocará de manera natural al servicio de propósito."
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