Editado por The Flash CO

Lo artificial de la inteligencia

Nos maravillamos de nuestra inteligencia, aunque no sabemos bien lo que es e incluso nos cuesta definirla. Nos creemos capaces de todo y nos gusta pensar que estamos dotados de un poder que no tiene fin...

Nos maravillamos de nuestra inteligencia, aunque no sabemos bien lo que es e incluso nos cuesta definirla. Nos creemos capaces de todo y nos gusta pensar que estamos dotados de un poder que no tiene fin y que solo es cuestión del tiempo que nos permita convertirnos en dueños de nuestra propia evolución. Amos de nuestro propio destino y del destino de todo lo que nos rodea, así nos sentimos. Así se siente el ser más inteligente de este planeta. O al menos, así lo creemos.

Somos tan inteligentes que nos hemos propuesto crear una inteligencia más inteligente que nosotros, ¡mira por dónde! Y la idea, aunque parezca absurda, no está mal. Conocer tus propios límites es una característica de un ser inteligente, sin duda. Y conseguir hacer nuestras tareas o conseguir conocimiento en tiempo récord puede ser muy útil, sobre todo cuando hablamos de conseguir hitos nobles en campos como la medicina o la ecología, por ejemplo.

Desde nuestro punto de vista, lo que se está consiguiendo es replicar la parte artificial de la inteligencia. Aquello que tiene que ver con la velocidad y la capacidad de cálculo o reacción. Y, pese a todo lo listos que somos, nos gusta olvidar que somos seres emocionales y que no comprendemos el papel de las emociones (que también nos cuesta definir) y más allá de eso, no sabemos gestionarlas. Se han hecho intentos y creados conceptos como el de “inteligencia emocional”, que no hacen más que incidir en la evidencia de que al ser humano le molestan las emociones, porque le suponen un freno a su capacidad de gestionar aquello que le rodea y una pérdida de control de sus propios actos en ciertos momentos.

Y en estos días de irrupción de chatGPT, muchos de nosotros nos hemos quedado asombrados frente a lo que parece un salto en la inteligencia artificial. Pero, de hecho, no es más que una reproducción de lo más artificial de nuestra inteligencia. Está creada en una realidad, la nuestra, por nuestra capacidad intelectual que a su vez está condicionada por nuestros sentidos y está programada para funcionar en un entorno económico y de supervivencia muy determinado. No cuestiona, no opina, no siente, no es inteligente, es artificial. Opera bajo unas reglas y con una cantidad ingente de datos, eso sí, de manera muy rápida y eficiente.

"No cuestiona, no opina, no siente, no es inteligente, es artificial. Opera bajo unas reglas y con una cantidad ingente de datos, eso sí, de manera muy rápida y eficiente."

En el mundo de la empresa y de la gestión sucede lo mismo. El tema recurrente no es la inteligencia artificial, que también, si no la transformación digital. Nuestro patrón de comportamiento y de frustración es similar en ambos casos.

 

Como en el caso de la inteligencia artificial, lo que se está consiguiendo es dominar lo más artificial de la transformación digital, lo que llamaríamos la “digitalización”. Nadie ha conseguido transformar nada, aunque algunos crean que sí por que han logrado el hito de implantar tecnología y conseguir que todo funcione igual, o mejor, si se mira a través del prisma de la eficiencia y de los beneficios económicos.

Lo que muchos hacen tiene que ver con imponer el uso de nuevas tecnologías. Sí, imponer y no transformar. Porque transformar implica sugerir, proponer y ayudar a las personas para que trabajen con nuevas herramientas, de manera distinta y sean más felices. Y esto requiere la comprensión y el dominio de nuestras emociones. Lo que de verdad nos hace inteligentes y la mayoría no somos conscientes. Nuestras emociones definen nuestra inteligencia y nos permiten adaptarnos a cualquier tipo de entorno, evolucionar, sobrevivir y, en última medida, ser feliz.

"Es necesario introducir conceptos de gestión relacionados con la felicidad, la salud, la sostenibilidad ambiental y el retorno social. Solo introduciendo estos parámetros, podremos crear nuevas maneras de trabajar y cooperar en el mundo empresarial."

No podremos transformar las empresas, hasta que no las gestionemos teniendo en cuenta las emociones. Y no podremos aprender a gestionar las emociones, hasta que no cambiemos los criterios por los que medimos la rentabilidad de nuestros negocios. Es necesario introducir conceptos de gestión relacionados con la felicidad, la salud, la sostenibilidad ambiental y el retorno social. Solo introduciendo estos parámetros, podremos crear nuevas maneras de trabajar y cooperar en el mundo empresarial. Herramientas como el propósito empiezan a ser básicas para poder asegurar la sostenibilidad económica de las empresas. Porque, sinceramente, empresas autoritarias, vacías de propósito y sin respeto por su entorno tienen los días contados. Son reflejo de lo más artificial de nuestra actividad económica y de nuestra capacidad de crear progreso y bienestar social. Están vacías de emociones, porque no las saben gestionar. Y ya saben el refrán: “no hay mayor tonto que el que no quiere aprender”.

 

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